Confesiones de un gremio de cineastas que adolece

martes, noviembre 13, 2007

Por Óscar Montero


Qué buena onda la película del Mel Gibson filmada en México… y qué chida su declaración en donde él mismo aseguró que se trata de su primera película mexicana. Así cuando venga a filmar otra, o mejor dicho, otras, nosotros podremos irle a pedir una chamba, escuché decir a un grupo de jóvenes que quieren dirigir cine en el pueblo donde vivo.
Ellos han escrito, dirigido y producido (y los menos, a la usanza del Woody Allen, también han actuado en…) cortos y medios, asimismo se han batido con el menú completo de las ofertas que todo buen cineasta mexicano del siglo veintiuno, sobre todo los no tan agraciados, tiene a la mano: bodas, XV años, bautizos, fiestas infantiles y la lista del “tal”, donde se incluye el promocional, el institucional y el comercial, entre otros.
Nunca como ahora, creo yo, lo más sencillo resulta conseguir equipo, convencer a unos locos igual que uno para que nos sigan, obtener tres monedas y lanzarse a la aventura de “grabar” una película o un cortometraje sin importar la duración; pongo como ejemplo lo que un cineasta de mi pueblo me comentó antes de iniciar un rodaje con una cuartilla de obra escrita previa: a mí no me preocupa en cuanto tiempo va a quedar mi corto, porque si me queda de veinte lo puedo mandar a un tipo de concursos y hasta lo puedo vender a la tele; pero si lo edito de menos de diez, se lo puedo enviar al Robert De Niro para su concurso de Nueva York; incluso puedo hacer con él un cineminuto, puedo darle una edición más acá, que parezca un videoart y lo inscribo en el concurso Pantalla de cristal; o… lo puedo subir en dos partes a You Tube. Sí, les comento que aunque suene extraño, para ese compa, la producción es obtener una especie de cine multiusos.
Pero eso, creo yo, no asegura una conciencia social, no fomenta un cine que nos retrate, un cine que busque su propia identidad (sí, ese doloroso concepto siempre buscado y nunca encontrado, incluso desde antes de Alfonso Reyes y Vasconcelos). El cine multiusos, y más el desechable, no aseguran la creación de un cine regional, sobre todo en cada pueblo en donde ahora buscamos unirnos todos aquellos quienes no anhelamos irnos a vivir al Defe para hacer cine.
Y miren cómo es que los tiempos han cambiado: antes los jóvenes cineastas de este país buscaban emigrar a Hollywood como meta de sus sueños y fantasías celuloides. Ahora, los jóvenes de mi pueblo incluso se prostituyen o venden alguno de sus órganos para viajar al Defe y ahí, si se puede, triunfar en el “nuevo cine chilango”; de menos enrolarse como asistente del asistente del asistente de producción en la nueva de Argos, o bien cubrir el turno de madruga en el centro de post del Proyecto 40 (sí, el resultado de ese extraño teje y maneje entre Canal 40 y Televisión Azteca, que nunca nos quedó claro) o ya de perdis, salir de figurante en la nueva película de Fernando Sariñana. ¿Qué que es un figurante? Un figurante es un extra en el cine.
Sin embargo, los que no somos el Defe queremos hacer cine en el pueblo donde vivimos, contar nuestras historias, contarlas con los nuestros y para los nuestros. Queremos hacer un cine que además de reencontrarnos sea fuente de empleo remunerado para los que trabajemos en él.
Un documentalista de la vieja guardia en mi pueblo, un buen día decidió quejarse frente a los medios locales, porque estaba harto de ver documentales en donde la gente carece de agua; en donde la gente vive en condiciones parecidas, según nos han contado los arqueólogos, a las que vivieron los habitantes del paleolítico; documentales en donde algunos, para poder subsistir, venden águilas y animales a la orilla de la carretera. El viejo y sabio documentalista de mi pueblo, les dijo a los reporteros que ese material debería ser obligatorio para los diputados locales porque ellos no saben cuál es la realidad de nuestra gente, ahí, frente a la pantalla, diputados y senadores podrían aprender quiénes somos, comentó él, pues el pueblo ya está lo suficientemente jodido como para verse una vez más en una pinche pantalla. Yo cumplo con contárselos; ahí ustedes saquen sus propias conclusiones.
Por fortuna para todos nosotros, al cine mexicano no lo inventó un actor, ni un director, ni un escritor, ni un fotógrafo, ni un productor. Lo formaron las películas. Y en las películas trabajaron todos ellos. Y todos ellos, junto con las películas dieron vida a una industria cinematográfica. Por eso, ahora, con toda tranquilidad podemos asegurar que al cine mexicano no lo ha redescubierto, en pleno siglo veintiuno, ni un actor, ni otro actor, ni dos actores, ni un director, ni un escritor, ni un fotógrafo, ni un productor. Lo ven, entonces todos ya podemos dormir tranquilos.
Y cómo no, si el discurso de la regionalización lo puede resolver todo. Sí y no. La regionalización del cine también tiene sus riesgos. Cuando una voz local me habla de producir películas, me habla del 226 y los financistas locales, me habla de escribir una obra de cine en mi pueblo, todo eso me suena a propuesta, incluso me suena a un concepto muy progresista. Lo aplaudo y lo apoyo.



Pero, ese mismo discurso en bocas ajenas a la localidad, me espanta el sueño, me suena a oportunismo, me recuerda a Mel Gibson.
Falta educación para producir cine regional. Primero hay que educar al espectador local. Sería bueno trabajar en una escuela para espectadores de cine mexicano en cada región. Segundo, educación entre los propios cineastas regionales, pero también entre los diputados y entre los posibles financistas regionales. La producción de cine en estos momentos, en donde el alcanzar un ISO 9000 resulta más reconfortante que recibir una mención honorífica por una película, requiere del diálogo abierto y llano entre, primero los abogados fiscalizadores y contadores públicos, y luego entre productores y realizadores de cine.
En mi pueblo ya empezamos con lo de la educación. La apuesta está echada sobre el fomento de escritores de cine. Antes de convencer a diputados, para hacer una película necesitamos una obra de cine escrita. Antes de seducir al financista, debemos tener de noventa a cien cuartillas resueltas. Nosotros ya entendimos que el cine no se puede crear por decreto ni se puede anular por mandato. Pero la labor es colosal. Para que alguien escriba una o cien cuartillas, debe saber cómo se escribe; parece un chiste pero no lo es. Saber cómo se escribe se aprende al leer y ahí es donde vamos. En mi pueblo los futuros cineastas comienzan la nueva historia con un libro frente a ellos. Porque los nuevos cineastas querían olvidar el referente de la literatura y la dramaturgia, y apoyarse sólo en el propio cine, y en el cine moderno (lo dudan, pregunten cuantos adeptos tienen hoy los jedis y la cultura impuesta por George Lucas) Es así, y sólo así lo creemos, ellos tendrán idea de la narrativa y de las estructuras. Podrán incluso escribir sus historias, o podrán acompañarse de alguien que les ayude a escribirlas. Trataremos de lograr cineastas regionales cultos, que hagan películas que digan algo sobre su tierra. Sí. Nuestra apuesta, al menos en el pueblo en donde yo vivo, está puesta sobre los escritores de cine.
Cuando a uno se le descompone el auto, nadie lo llevaría con un mecánico que trabajará en pinche mil empleos para completar la quincena y sólo a ratitos arreglara los autos, y además lo hiciera sólo por gusto; y cuando uno se enferma, jamás visitaría a un médico que atendiera distintas fuentes de empleo para completar el gasto, aunque lo hiciera con gran devoción. Ya sea con el auto, ya sea con la salud, siempre buscaríamos al mejor, al que dedica veinticuatro horas de su día a trabajar en lo suyo, al que vive de y para eso. En una entrevista, un escritor de cine mexicano alguna vez comentó que los de su gremio no pueden ser ni como el mecánico ni el doctor del ejemplo. Los escritores de cine, para ser los mejores, deben vivir de y para eso. La escritura de una obra de cine es en sí misma una inversión.
Si el cine inicia con una historia y una película se hace a partir de una obra escrita, creo yo, la posibilidad de que un cine regional en México germine y se consolide, tiene su apuesta, sin duda alguna, en el fomento de escritores de cine regional.
Así, y sólo así, con la obra de cine escrita bajo el brazo, y mejor aún: con muchas obras de cine escritas bajo el brazo, quizás se logre la utopía de escuchar a esos mismos jóvenes de mi pueblo de quienes comencé platicando esta tarde, quizás se logre la utopía de escuchar a los muchos jóvenes cineastas que viven en tanto pueblo que forma esta nación, y a este continente, hablar ya no sobre la nueva película que el neocolonizador cineasta vendrá a rodar a nuestro país, sino de la nueva película que ellos, los cineastas regionales, empezarán a producir mañana.
Si el cine es una forma de soñar ¿por qué no soñar con una propuesta de cine regional como ésta?




Gracias por escucharme.




Monterrey, Nuevo León, noviembre de 2007
III encuentro internacional de cineastas nuevo león 07: el cine como elemento estratégico en el desarrollo de un país. mesa de trabajo # 3: La democratización y regionalización del cine en méxico. 9 de noviembre 2007. monterrey, nl, méxico.
Orden: Lucio Orozco (gremio de nuevo león), Arturo Pimentel (gremio de michoacán), Alfredo Galindo (gremio de cohauila), Óscar Montero (gremio de san luis potosí)